Luz y oscuridad | Pulso de Cuba

Faltan cinco minutos para las 19:00 en Santiago de Cuba. En medio de la calle Carnicería un grupo de niños está tirando patadas a una pelota. En los últimos años el futbol se ha vuelto un deporte popular en la tierra del beisbol. Es viernes en la noche, la calle está poblada, como todas las calles de la ciudad. Repentinamente se apagan las luces y el ambiente se hunde en una oscuridad espesa, completa.

Ha llegado el apagón.

En las ventanas, poco a poco, se van prendiendo lámparas con baterías recargables, que difunde una luz blanca y fría. Pero las personas en la calle no parecen preocuparse demasiado. En una esquina unos jóvenes siguen escuchando reguetón, bailando y riéndose, iluminados de repente por las luces de los escasos autos que van pasando.

A partir de ahora, hasta la una de la mañana, este sector de la ciudad tendrá que quedarse sin luz mientras que otros barrios limítrofes serán iluminados. La alternancia de zonas iluminadas y zonas a oscuras es la solución que se ha encontrado para hacer frente a la sistemática escasez de energía eléctrica tanto en Santiago de Cuba como en toda la isla.

La forma de organizarse varía según los lugares. En muchos puestos de trabajo, como por ejemplo en la Universidad de Oriente, el personal se ha organizado para terminar el trabajo hasta poco después del mediodía. Ya después se retiran o se incorporan al mediodía si tienen corriente prevista en horario de la tarde, como generalmente ocurre. Cuando la planificación se cumple según lo que está previsto y anunciado por las autoridades, un día tienen corriente en la mañana y el otro en la tarde y a partir de eso se organizan.

Comercios, cajeros automáticos, alumbrado público, casas privadas y edificios públicos, todo se detiene de la misma manera. La gente ha aprendido a saber cuándo le toca el apagón. Ha aprendido prepararse para el apagón, al menos en un sentido organizativo con un grado de insatisfacción, frustración y molestia social que va en aumento. Pero la gente ha aprendido a vivir con el apagón, a sortear el apagón y a tratar de no sufrirlo o esquivar lo más posible el golpe que eso provoca en la paralización de la vida, en la afectación de la cotidianidad.

En Santiago de Cuba durante el día se va la electricidad en intervalos de 6 horas corridas y durante la noche y madrugada de 4 horas para minimizar el impacto.

Después de haber superado aquella etapa de profunda recesión, en coincidencia con el derrumbe del campo socialista de Europa del Este, Cuba logró, a partir de inversiones y extensión de créditos, mejorar su capacidad de generación eléctrica con un esquema de combustible fósil. La generación de cubanos que nació después de 1995, que no enfrentó las profundas dificultades del “periodo especial”, vivió los apagones apenas en el verano de 2021.

Las dos formas de generación de electricidad en Cuba son las plantas termoeléctricas, que queman combustible fósil y generan vapor que mueve una turbina; y la generación llamada distribuida, emplazamientos en forma de islas de generación de electricidad a través de grupos que generan corriente a partir de la quema de combustible fósil, ya sea diésel o gasolina, un recurso que el país no tiene en abundancia.

A lo largo de los años, en Cuba se ha dado una racionalización de la producción energética, para lograr actualizar las fuentes de generación eléctrica, que en muchos casos tienen sesenta años y son ya muy obsoletas. Este proceso tuvo su momento más importante alrededor de los años 2005 y 2006, y desde entonces Cuba no ha modificado sus plantas energéticas. 

La isla ha apostado por abaratar el costo de generación eléctrica utilizando combustible nacional, o sea el crudo que se extrae en el país y en sus aguas territoriales, que aunque es poco, según la información oficial y el debate público permitiría dar una cobertura para esta demanda. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los combustibles nacionales tienen características químicas muy agresivas para las plantas de generación. El combustible cubano es considerado muy pesado por su alto porcentaje de azufre, lo que provoca suciedad en la caldera y un desgaste mayor que reduce la vida de las plantas de producción.

As, en la segunda mitad de 2021, después de más de quince años de desgaste sin posibilidad de transformaciones radicales del sistema de producción de energía eléctrica, varias plantas de generación térmica salieron simultáneamente de la red.

Enrique Estrada Pato es matemático y trabaja como profesor en la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba. Enseña análisis matemático y álgebra, y desde el inicio de los apagones, en 2021, no ha dejado de recolectar información, cruzar datos y revisar la capacidad de generación eléctrica en el país, volviéndose un experto. Durante la entrevista está apagada toda la zona de la ciudad en la que él está:

“Me he dedicado hace meses a cruzar todos los datos que salían y los fui analizando, sistematizando, calculando. Hago mi trabajo de matemático. Cuando miramos la matriz energética de Cuba nos damos cuenta de que el país, entre todos los bloques de generación térmica que tiene, que son alrededor de 20 sumando todas las plantas que están distribuidas a lo largo de la isla, produce poco más de 2 000 mega watts al día y, en los momentos más altos del año, la demanda sobrepasa por alrededor de 100 mega watts como media la capacidad de generación. Asumiendo que todas las unidades de generación térmica estuvieran a plena disposición sincronizadas en la red nacional, no cubrirían la demanda, y es por eso que se tiene el otro factor que aporta energía, la generación distribuida.”

Calle San Germán, Santiago de Cuba, 2016. Crédito: Thomas_H_foto, en Flickr, Creative Commons BY-SA.

Las noches son calurosas en Cuba casi todo el año, la falta de electricidad implica que no se pueden prender los ventiladores. No se puede descansar en un país cuyas temperaturas llegan fácilmente a superar los 30 grados centígrados.

Desde mediados de 2021 se han dado con cortes eléctricos que oscilan entre 6, 12 o más horas en el día, dependiendo de las provincias. La ciudad de La Habana tiene una protección especial por su carácter de capital y es la que menos sufre los cortes de energía, que no superan las 4 horas, uno o dos días a la semana. Pero en el resto del país la situación es más difícil, hay provincias que han llegado a estar a un 90% de su capacidad de demanda afectada y apenas un 10% de energía, es decir que se apagan provincias enteras. Ha habido momentos en los que el malestar social ha subido mucho, llegando a conatos de disturbios y manifestaciones públicas con una importante participación popular, porque con temperaturas tan altas es insoportable hasta algo tan sencillo como descansar.

En medio de la dificultad se han hecho inversiones. Cuba tiene una matriz energética deformada basada en la quema de combustible fósil, con una apuesta por la tecnología de generación renovable pero que aun es muy insuficiente dado que apenas cubre un 2% de la demanda del país.

En Cuba, el costo de generar un kilovatio es de los más altos de la región y la población paga una tarifa que está incluso por debajo del costo real de generación. O sea, el estado vende energía a menos de lo que le cuesta producirla, para garantizar que la población tenga acceso a ella.

A diario la Unión Eléctrica de Cuba, la empresa estatal de energía, comparte información vía Telegram, redes sociales y televisión para informar sobre la situación de los apagones y para compartir el pronóstico para el día. Muchas veces ese pronóstico no se cumple porque está sujeto a muchas variables.

“Se está haciendo un esfuerzo por recuperar carga —concluye el profesor Estrada— y por disminuir, no solucionar, disminuir, la afectación. Y eso significa menos tiempo con cortes eléctricos porque no se puede resolver el problema en un plazo muy inmediato. Aunque estén todas las unidades conectadas no satisfacen la demanda. Es un proceso lento, costoso, se tiene que recuperar un desgaste de 15 años. A veces tienes la tecnología pero no tienes el combustible, porque es caro, hay que importarlo y el propio bloqueo impide que lleguen muchos buques, porque hay persecución por las propias navieras que traen el combustible a Cuba. Un buque que toca costas cubanas tiene prohibido durante seis meses llegar a puertos de Estados Unidos”.

Existe desde hace años un contrato con Venezuela para la importación de combustible que no ha podido mantener los mismos volúmenes que otros años por la persecución de los Estados Unidos hacia el país sudamericano. Rusia también ha sido un activo colaborador. En los últimos meses ha circulado la información de cargueros rusos transportando combustible, incluso combustible que se utiliza en las patanas esas que están generando corriente en la bahía de la Habana y en el Mariel. Uno de los elementos que resaltaron a raíz de la reciente gira que tuvo el presidente cubano Díaz-Canel por Turquía, Rusia, China y Argelia fue justamente, en el caso de Argelia, la posibilidad de que el país africano pueda ser nuevamente un emisor de combustible.

Todo el mes de diciembre de 2022 ha pasado sin grandes problemas. Ahora son las 16:21 del 23 de enero en Santiago de Cuba. La agrupación Folkloyuma se está exhibiendo en el patio Jutia Conga de la Union de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) con su repertorio de de música folklórica afrocubana en el marco del Festival Jazz Plaza, uno de los eventos musicales más importantes y amados de Cuba. De repente se apagan los micrófonos y las voces se escuchan como deberían escucharse en medio del campo. Los músicos siguen tocando las congas, las claves cubanas, las mujeres siguen cantando al ritmo de los tambores, los hombres bailando, pero algo cambió. Se fue la electricidad.

Ha llegado el apagón. 

Poco a poco se va reduciendo la luz del sol y están en riesgo las exhibiciones en programa. Parece que el apagón va a arruinar la noche santiaguera, pero pasa algo diferente, precisamente porque se trata de Cuba.

Desde el público se levanta un hombre que se para debajo del escenario y empieza a cantar un bolero a cappella. Todavía se ve su silueta pero ya no es fácil reconocer sus facciones. El público lo escucha en silencio. Cuando acaba parte el aplauso. Un simple apagón no puede apagar el amor a la música y al arte de los cubanos. Después del bolero se alternan varias personas del público que cantan o declaman poemas.

Una joven estadounidense se sube al escenario hablando un español incierto, acompañada por un cubano con un contrabajo. La gente murmura su desconfianza por esa joven rubia, pero le da una oportunidad. Cae el silencio y la obscuridad es total. Sólo iluminan la chica unos cuantos teléfonos celulares. La voz entona La vie en rose y conquista al público exigente. Es un éxito. La gerente del lugar se abre paso hacia el escenario conmovida.

—Ay, esto es bello. Esto es puro jazz.