Me voy pa’ los volcanes. Voz de una emigrante cubana | Pulso de Cuba

El fenómeno de la emigración de cubanos hacia los Estados Unidos o Europa en la crisis post pandémica ha alcanzado dimensiones sin precedentes. Se ha vuelto tan relevante y se ha desarrollado tan rápido que en las carreras de periodismo se ha empezado a estudiar el tema demográfico y migratorio. En 2022 los emigrantes cubanos que han dejado la isla según el Departamento de Aduanas de Estados Unidos han sido casi 225,000.

A partir del mes de enero de 2023 el gobierno estadounidense ha tomado una medida para normalizar la migración instituyendo el programa “parole” (por su nombre en inglés) que prevé la regularización un máximo de 30,000 ingresos mensuales entre cubanos, venezolanos, nicaragüenses y haitianos que gestionen un permiso previo, obtenido online, precisamente el “parole” y cuenten con el respaldo de algún pariente o conocido que ya sea residente en Estados Unidos que garantice económicamente por ellos. Esta medida a la vez prevé que los que lleguen a la frontera con Estados Unidos sin permiso serán deportados inmediatamente y no podrán ingresar al país durante los siguiente cinco años. En las intenciones, el programa “parole” debería disuadir la migración a lo largo de México y racionalizar las llegadas a Estados Unidos.

Hasta ese momento la opción latente en muchas conversaciones en Cuba era “irse pa’ los volcanes”. Lo que significaba irse para Nicaragua, país en el cual los cubanos no necesitan visa y donde empezaba su travesía hasta los Estados Unidos, que los llevaba a través de Honduras, Guatemala y México.

En noviembre de 2022, Zoraida, una mujer dueña de una casa que rentaba a los turistas hace casi treinta años, decidió irse de Santiago para Miami con su hijo menor, su nuera y su nieta.

«Me voy el viernes a las seis de la mañana. Me voy para Santo Domingo. Luego de Santo Domingo a Kingston, Jamaica. De Kingston a Nicaragua y luego… Ya, porque me esperan allí. En Managua. A mi hijo Toño también. Me voy con él, con mi nuera, la esposa de Simón, el grande, y su niña.

«Lo hago por ellos y porque lo necesito yo. Y lo necesitan ellos. O sea, necesitan que tú estés allá. Sí, mi hijo, confía en mí que a tu hija no le va a pasar nada. Decidí el otro día.

«Se fueron mis sobrinos en marzo. Se fueron todos. Mi hijo, el menor, se quedó en shock. Esta era una casa de muchas personas, mucha gente, mucha alegría, mucha juventud. Entonces mi hijo Toño quedó en shock. Y no me quedó de otra. Mi otro hijo, Simón, el mayor, nació equivocado. Desde que nació, él decía que su casa era en Estados Unidos. Desde que empezó a hablar, él decía que era americano, se vestía y todo como un americano. Todo, todo, todo. Habla inglés. Inteligente, es informático. Estudió informática. Técnico medio porque no quiso acabar la universidad. Y el chiquito, Toño, se hizo masajista integral, dejó la carrera en segundo año de cultura física. Y ya. Ya, y no queda de otra. Y yo… Mi juventud entera se me fue aquí. Completita, mi juventud. Desde que Simón nació, yo estoy aquí en esta casa trabajando. Y mira, tengo 56 años y no tengo futuro. Ya me cansé. Yo vivo bien, tengo una buena casa, tengo mi familia, pero sin mis hijos… uno ya se me fue y el otro quiere irse, no tengo otra opción. ¿Qué voy a hacer? Bueno, yo no sé.  Me imagino volver a nacer. Pienso yo, enfrentarme a otra cosa, otra vida. Pero mi hijo me dijo que no, me dice: “Mamá, no te preocupes, cuando tú vengas como tú eres, tú vas a ver, mamá”.

«Porque yo soy una persona muy emprendedora, yo no le tengo miedo a nada, a ningún trabajo. Si lo que tengo que hacer es cuidar a alguien en un hospital, te cuido, te mimo, te todo, pa, pa. Te voy a cuidar porque me nace cuidarte, quiero que estés bien. Así soy yo. Y si me toca limpiar una casa, la limpio, pero con gusto. Yo soy así. Si me toca cuidar a un enfermo, lo cuido, pero con gusto.

Zoraida durante los últimos 25 años ha rentado habitaciones en su casa de Santiago de Cuba, siguiendo las reglas del estado y recibiendo turistas de muchos países. No es de las personas que más han sufrido la crisis económica o de desabasto, dado que siempre ha tenido acceso a divisa extranjera: dólares y euros. Por esto podrá gastar casi 30,000 euros para viajar a Miami con su hijo, su nuera y su nieta, a través de Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.

«A mí no me importa que en Cuba no hay comida. Sí, no hay comida, no hay muchas cosas. Yo como cualquier cosa, a mí la comida no me preocupa. Pero no me gusta la tristeza. No me gusta. Yo salgo a la calle y miro el rostro de la gente buscando el brillo de los ojos. Les falta el brillo, les falta una esperanza. Yo no soy de salir a la calle, estoy aquí en mi casa, prefiero que me traigan las cosas que yo estar en la calle porque si hago una cola y qué sé yo, me fajo, o sea me peleo, me van a meter presa. Me peleo, defiendo, no me gusta la injusticia. Entonces, para yo no estar en esa discordia, no salgo. Mis hijos me lo prohibieron: “Mamá, no salgas más a la calle”. Porque me fajo, ya lo he visto.

«Ya, yo llego a Miami y voy a volver a nacer. Y mi casa, el negocio, todo se queda, ya yo le hice un poder especial a mis hermanas, para que se hagan cargo del negocio, porque tengo clientes. Ya yo hablé con ellas, les voy a dejar un poder especial, todo ok, todo. Aquí no hay nada ¿qué yo le puedo ofrecer al cliente? No le puedo ofrecer un pan, ni un sándwich. No puedo ofrecer nada porque no lo tengo, porque no hay. No lo hay.

«Mi hijo Simón se fue desde marzo, lleva ocho meses. Yo viajé a Suriname en 2017. Viajé y salí. Eso fue cuando yo desperté más todavía. Y yo nací en una familia completamente revolucionaria. Mi papá coronel, retirado del Ministerio del Interior, 84 años. Trabajó en este gobierno más de 60 años, alzado de los rebeldes. Mi papá se alzó. Mi mamá también, campesina de la Sierra Maestra y ayudó a los rebeldes. O sea que no nací en una familia de que todos están allá. En familia nadie había en el extranjero. Una primita que le salió el biombo en el 98 y su familia por allá y todo, pero más nadie. Pero con este éxodo de migrantes, además Simón me lo decía: “Mamá yo me voy”. Y yo: “¿Pero, cómo? ¿cómo te vas a ir?” Y vino con pasaje en la mano, y yo: “Simón, pero Simón”. Yo empecé a vender cosas, empecé a vender, a vender, a vender. Vendí cama, vendí de todo para pagarle el pasaje. Mi Simón tiene 34 años. Trabajó muchísimos años como informático en un hospital infantil aquí en la colonia. Me dijo: “Mira mamá, mira tu título, míralo ahí. Aquí yo no gano lo que yo quiero ganar. Míralo ahí, para que tú lo mires. Eso es tuyo”. Y se fue. Cogió muchos trabajos, trabajó en obras de construcción de artistas que pagan millonadas a sus empleados. Así hizo su dinero, no un dineral porque el pasaje le costó 3.800 dólares para Nicaragua. Él se fue por México: Habana-Nicaragua-México. Se fue el 2 de marzo. Fue terrible. Yo pesaba 81 kilos y me quedé en 75 kilos, de sufrir en ese sillón. Amanecía de prender velas, velas y velas, rezando, orando, pidiéndole a todas las vírgenes que existen en el plano de la tierra y de Dios. Mi hijo y yo, yo virtualmente fui con él en una guagua, tres días. Desde Tapachula hasta Mexicali, tres días en una guagua y yo ahí con él, mañana, tarde o noche. “Hijo, vamos, ve a dormir un poquito, tengo frío, abrígate hijo, tengo un día acalambrado, levántate. Mamá que está muy oscuro: levántate, mueve el pie no dejes que se te duerma, no saques el pie del zapato porque después no lo puedes meter”. Mi hijo llegó a Estados Unidos con los pies podridos, podridos, podridos. Y llegó. Ahora está en casa de una amiga mía cubana que tiene dinero. Trabaja en una fábrica de acero para lanchas, con el esposo de mi amiga, porque mi amiga es ciudadana americana y el esposo también. Tiene una buena casa, con piscina, y lo tiene como su hijo. Mi amiga tiene dos hijos americanos, ella vive hace más de 30 años en Estados Unidos. Se fue muy jovencita. Y tiene dos hijos. Simón es como su hijo porque los hijos no viven con ella y ella trabaja en la universidad de Orlando. Cuando yo llegue me voy a quedar ahí con ella, hasta que ya nosotros nos podamos mantener.

Aeropuerto Internacional José Martí, Habana, Cuba. Crédito: marcel601, en Flickr, Creative Commons BY-NC.

No todos los migrantes latinoamericanos tienen las condiciones que tienen los cubanos al llegar. La cubana es una migración privilegiada porque es más fácil obtener un permiso de residencia. De la misma forma, el viaje para llegar a los Estados Unidos, va a ser menos traumático que el de la mayoría de los centroamericanos. Zoraida va a salir de Santiago de Cuba en avión con destino a Kingston, Jamaica. De ahí el plan es volar a Managua, donde la van a recoger unos coyotes. Pasará por Honduras, Guatemala y Belice, hasta llegar en auto a Cancún. 

«En Cancún vamos a coger un avión directo a Mexicali. Y por Mexicali nos entregamos. Son siete días de travesía. Siete días. Debemos entrar el 16 de diciembre. Siete días, es un coyote, un guía… además lo conocemos. Es cubano pero vive en Estados Unidos. No viene él a recogernos pero tiene su gente. Él maneja gente que está en Nicaragua, que está en Honduras. Ya con él han viajado una pila de gente. La travesía es maravillosa. Por cada uno son 7,500 dólares. Cada uno. Hasta mi nieta, la chiquita. Por persona 7,500. Somo cuatro: yo, mi hijo Toño, mi nuera y la niña. Mi nuera es la esposa de Simón con su hija. Es mucho dinero, pero cuando hablé con Simón me dijo: “Mamá, tranquila”. Mi hijo trabajó porque él ha pagado la mitad del dinero. La otra mitad fue de otra cosa. Todos vamos a trabajar. Porque yo voy a trabajar por lo menos yo he sido una persona muy independiente y me gusta mi dinero. Todavía yo mantengo a mis hijos y los ayudo. Mi abuela tiene un dicho que decía que una mamá podía tener diez hijos, pero diez hijos no mantienen a una mamá.

Entonces así. Entonces yo lo decido y me voy. Ayer solté la bomba con mi hermana y luego le dije a mi mamá, a mi papá.

«Cuando pueda yo vengo como hace mucha gente. Ya cojo mi residencia y vengo y paseo el mundo con mis hijos. Con una residencia tú puedes ir a Canadá, puedes ir a donde te dé la gana y ese es mi objetivo. Tengo 56 años. Yo me veo en el espejo de mi mamá, de mis padres y yo no quiero esa vida. Yo viajé a Suriname tengo una visa por cinco años para Panamá, nunca he ido a Panamá. La pandemia ha hecho que la gente abra más los ojos, el mundo entero, no solamente Cuba.

«El otro día mi hermana me dice, ay señorita vamos a la Mesón. Le digo, ¡vamos niña! Bailé más que un trompo, gocé, me reí, y vine para mi casa, feliz. ¿Viste? Dios me tiene que dar mucha salud y ver que el cielo baje y que la tierra suba, y ver cosas bonitas, lindas que es lo que a mí me gusta. A mí no me gusta la tristeza, a mí no me gusta el churro, a mí no me gusta la pobreza, eso me deprime. ¡Me deprime! Mi mamá tiene 81 años, que va a cumplir 82 años y está bien lúcida y nosotros le damos actividad a mi mamá. Ay mi mamá, nos saca de quicio porque ella es una persona mayor y quiere hacer más de 20 cosas que no puede hacer. Que le dice “ay que me duele la espalda”. “Pero no lo haga!” pero la dejamos. Ella cocina, ella tiende ropa, porque tiene que tener el cerebro activo. Ella lee el periódico, cose, todo. Tú tienes que dejar que ella haga actividades, que ella haga todo lo que hace, no que se quede sin nada que hacer. Y ayer se me entristeció, ayer se puso así. Le di besos, le di bastantes besos. No, no, madre mía, ¡mi papá! Mi papá se le salieron las lágrimas cuando les dije que me iba. Mi papá me dice “puti”, dice “Pero coño, puti”. Y yo le dije “Pipo nada, los muchachos están allá, me necesitan, yo tengo que ir a regar todas esas ovejas, están descarriladas tengo que ir a… a centrarlas a ver cómo están los papeles, esto, lo otro, cómo están”. Y nada más le salieron las lágrimas.

«Tengo que ir, vamos a ver, vamos a centrarlo, cómo es. Además, si todos ellos ahora se unen y hacen dinero, dinero, dinero, pueden hasta, no digo comprarse, no, pero pueden alquilar una casa, vivir todos juntos. Ellos siempre han vivido juntos todos juntos. Toño está contentísimo, va a estar con sus primos con su hermano.

«Cuando mi hijo Simón estaba en travesía yo le pedí tanto a Dios. Yo me arrodillaba y decía “Ay Diosito que llegue bien. Ay Virgen de Guadalupe, permita pasar por tu tierra sin ningún problema”. Todo eso y lo que una madre pide ya que mi hijo me decía “Mamá yo siento como que alguien me jala” cuando él iba a cruzar. Cruzó el río porque entró por California por allá arriba, por San Diego por Tijuana o Mexicali. Él salió allá, y me dice “Mami ya, esto ya fue. Ya mamá, ya estoy aquí”. ¡Ay Dios! Eso fue… Yo lloré. Fue tanta la alegría, tanta la emoción, tantas cosas que yo no sé decir. Solito, mi hijo se fue solito y tuvo la suerte de que no lo secuestraron ni nada. Pero yo no me quiero quedar aquí. No quiero. Y en Miami mis amigos que lo recibieron lo festejaron en su cumpleaños. Ay mi hijo feliz. Yo tengo deseo de verlo. Y él me dice, “Mamá, tranquila que tú vas a ver, todo va a salir bien mamá”. Yo estoy muriendo con eso, pero bueno. Pero yo voy a vivir. Él me ha llamado cuatro veces esta mañana, me está llamando mucho porque el 9 a las 6 de la mañana me voy, sale el vuelo a las 10.45. Tenemos que estar a las 8. Me dijo Simón que me va a llevar de paseo en lancha cuando llegue. Aquí está la foto».

Zoraida salió el 9 de diciembre de 2022 en avión hacia Nicaragua. No se tardó una semana sino casi tres. Llegó con su hijo Toño, su nuera y su nieta a Miami y a principios de enero de 2023 escribió:

«La travesía fue buena pero ya estando dentro me fue peor. Nos separaron y no sabíamos ni de uno ni de otro y eso me afectó muchísimo. Entramos a Estados Unidos el día 20. Yo fui la última en salir. Mi nuera y mi nieta fueron las primeras en salir del centro de detención. Se fueron para Chicago y de ahí viajaron a Miami. Estuvieron en el centro de detención sólo 48 horas y salieron el día 23. A mi hijo Toño lo soltaron el día 24 pero tuvo que dormir una noche en el aeropuerto de Calexico porque no había pasaje a Miami. Así que nos encontramos todos en Miami el día 25. A mí me soltaron en medio de un parque, en Calexico. Fue muy impresionante pero cuando vi a mi familia no puedo explicar cuántas emociones. Pero bueno ya todo casi está en la normalidad porque poco a poco fue desapareciendo la migraña y la presión se me ha normalizado poco apoco. Lo que pasó es que estuve mucho tiempo sin el tratamiento de la presión y por eso se me disparó, pero bueno ya la pesadilla pasó y estoy con mi familia. Ahora estamos ya haciendo los papeles y espero pronto empezar a trabajar y seguir adelante igual que mis hijos pero todo es poco a poco. Espero adaptarme rápido aunque ya yo era capitalista. Espero dar poquitos tropezones. Por lo menos ya les iniciamos los papales de la escuela de mi nieta que se portó como toda una valiente en esa travesía, toda una campeona. Ella me daba aliento a mí. Siempre viajábamos de noche y de día descansábamos. De verdad que estamos con ella muy contenta nada de malacrianzas ni ñoñerías. Ahora es que está haciendo de las suyas jajajaj. Bueno, es todo».

FOTO PORTADA: Mujer mayor, Baracoa, Cuba. Crédito: Adam Jones, en Wiki Commons, Creative Commons BY-SA.