Alexandra Marla Raugust
El 16 de agosto de 2017 tuvo lugar la conferencia Infraestructura para el despojo. Un panorama de la industria energética y minera en México, organizada por la Rosa-Luxemburg-Stiftung (RLS) en conjunto con el colectivo GeoComunes. Esta sesión de #MiércolesRosa pretendió establecer un diálogo sobre la cartografía denominada: “amenaza neoliberal a los bienes comunes: panorama nacional de megaproyectos mineros, eléctricos y de hidrocarburos”.
En este evento se abordaron diversas cuestiones que Carla Vázquez, coordinadora de proyectos sobre cambio climático de la RLS, introdujo al iniciar la sesión:
– ¿Hacia qué dirección queremos que cambie la política energética?
– ¿Qué tipo de desarrollo queremos?
– Energía: ¿para quién y a qué costo?
Todo ello fue abordado con una perspectiva y una visión global. En el caso de México y Centroamérica, sobre el cambio climático, es un problema que “no hay que mitigar o combatir con falsas soluciones o cumbres demagógicas”, sino que es necesario verlo como una parte tangible de una crisis mundial a la que nos han llevado las condiciones estructurales de desarrollo capitalista y las abusivas prácticas de consumo.
En este espacio se presentaron los mapas de GeoComunes, material protagonista de la noche. Se subrayó que éstos sirven sobre todo para visibilizar dinámicas políticas, que implican la explotación de la tierra y de los recursos naturales, las cuales afectan gravemente a la población más vulnerable.
GeoComunes realiza un trabajo de documentación y educación en lo referente a la extracción energética en México, entre otros temas. Asimismo, su labor ofrece un panorama nacional de los megaproyectos mineros, eléctricos y de hidrocarburos. GeoComunes se fundó para fortalecer la defensa de la tierra y los bienes comunes, poniendo a disposición del pueblo una formación técnica y organizativa. Técnicas como el fracking están amenazando no sólo los bienes naturales como los ríos, la biodiversidad, el suelo y el medio ambiente en general, sino lo que es más grave, la estructura social y cultural de las comunidades afectadas. Es un hecho, y así nos han informado, que el 60% de la tierra mexicana ya está concesionada para los próximos 90 años al capital privado (mexicano y extranjero).
Tras esta introducción, Carla Vázquez dio la palabra a Luis Arizmendi, quien es profesor de economía en la UNAM; director de la revista internacional Mundo Siglo XXI; politólogo, autor de conferencias que se han impartido en América Látina, Asia y Europa. Según él, la clave de la problemática está en poner énfasis en una geografía crítica y no en una geografía positivista que apoye al modelo capitalista. La República Mexicana es un ejemplo clásico del neocapitalismo, ya el 1 de febrero 1994, con la entrada al Tratado del Libre Comercio de América del Norte, México abrió sus puertas a los neoliberales y a su forma de hacer política.
Arizmendi habla de un capitalismo al que hoy en día se le puede llamar “necropolítico”. Luego vinieron más reformas que “afectaron la manera de hacer política y que agudiza el acceso desigual al territorio y niegan el derecho básico a definir qué hacemos con nuestra tierra, como la Ley Agraria y la Ley Minera del 1992, la Ley de Asociaciones Públicos Privadas en 2012, la Reforma Energética de 2013 y por último la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales, además de numerosas reformas estatales.”1 La desposesión de las fuerzas productivas, la acumulación del capital en pocas manos y la alienación de las relaciones sociales son uno de los principales causantes de que la renta nacional —albergando todos los recursos naturales que posee este país—, se convierta en una renta superficial que ya no está al servicio de la gente. Las fuentes más importantes de energía: minería, gas, hidrocarburos y energía eléctrica, están en manos de inversores privados y el gobierno. Asimismo, el plan energético actual no es abrirse a la transición solar u otras tecnologías alternativas. Los intereses han prevalecido ante la necesidad de una transformación del modelo energético.
Además, en palabras de Arizmendi, toda esta lógica del discurso de poder se transformó en un proceso criminal. El gobierno se adelantó a sus propias acciones con una transformación legislativa, reservando así las energías renovables y sostenibles, al igual que la introducción de ellas en la sociedad. Ante esto, el gobierno ha introducido un factor de distracción ante la irresponsabilidad de estas políticas estatales: el miedo; la brutal represión de los opositores; el impedimento de oponer resistencia; las mentiras y el uso de la violencia se han convertido en ingredientes habituales del “menú” mexicano. Aún así, Arizmendi cerró su intervención con un grito de esperanza: otro mundo es posible.
Sembrar vainilla y maíz, o gas y petróleo.
Los pueblos crecen en la medida en que se les presentan nuevos retos, eso pueden atestiguar perfectamente Alejandra Jiménez y Óscar Espino de CORASON. Los dos son defensores activos de derechos humanos y del territorio en la región de la Huasteca y el Totonacapan veracruzano, regiones altamente afectadas por el fracking y las nuevas formas de extractivismo. Desde hace más de una década acompañan procesos organizativos de pueblos campesinos e indígenas en la zona a través del trabajo conjunto y de redes colaborativas.
En su exposición, Óscar Espino nos presentó diferentes formas y estrategias para la lucha contra el despojo de la tierra, entre ellas: conservar la identidad colectiva y la memoria, la información y el análisis global de las amenazas, la defensa jurídica, económica, organizativa y el trabajo colectivo, las asambleas, autoconsultas, actas, alternativas económicas e intercambios comunitarios. “Talibanes del medio ambiente”, es como les califican por defender su territorio.
Las siglas CORASON son la abreviatura para la Coordinadora Regional de Acción Solidaria en Defensa del Territorio. Para ellos, lo que más cuenta es la autoorganización de los pueblos en la defensa de su terreno. Básicamente, porque los procesos de despojo se están transformando en medidas legislativas, y por ello la organización y la resistencia por parte de los propios pobladores es tan importante. A fin de cuentas, son ellos los más afectados. No solo les roban sus recursos naturales, su riqueza y diversidad biológica, sino que también desmontan todo un sistema social que seguiría funcionando perfectamente sin la intervención.
Espino critica que cada vez es más difícil organizarse en asambleas, mantener la estructura agraria y la relación con el propio territorio y con otras comunidades. La tierra, dice Espino, está enferma y se está enfermando crónicamente. A los pueblos se les quiere vender orden público e intereses sociales a cambio de sus tierras, cuando lo que realmente van a obtener es contaminación, enfermedades, derrames, fugas de hidrocarburo, explosiones de ductos, tráfico permanente de camiones pesados y el uso discrecional de agua destinada para el consumo humano.
Para los integrantes de CORASON los mapas son una herramienta para la formación. El activismo carece de medios para investigar y analizar profundamente estos temas.
Las empresas tienen una forma global de actuar, y por lo tanto estos procesos organizativos hay que entenderlos. La nueva lógica de desposesión desfigura la vida de los pueblos, comentó Rosalinda Hidalgo, etnóloga de la ENAH, al descifrar estos procesos a partir de la traducción que se hace de los mapas y la información que aportan los pueblos. El trabajo principal de ella se ubica en Movimiento de Afectados por Represas en defensa de los Ríos (MAPDER) . Rosalinda insistió que todavía hace falta la articulación nacional y una plataforma independiente para transparentar las implicaciones de la política energética vigente y así poder cuestionar a nivel mundial la destrucción de los pueblos y del medio ambiente.
Son estas mismas redes de solidaridad las que también propone Mónica Picena, integrante de GeoComunes, para promover el análisis y fortalecer desde abajo la organización y la educación colectiva. La información especializada que se recibe de los mapas al final sirve como herramienta para la defensa organizada de los bienes comunes. Hay mucho interés en capacitarse en la construcción de una mayoría y de un camino participativo para la transformación de la sociedad. “Poco a poco, deshaciendo los procesos violentamente impuestos por parte del gobierno y de sus aliados, ¡seguimos adelante!”.
¿De qué tratan estos materiales que ponemos a su disposición?
En las últimas décadas, el despliegue de los intereses de múltiples capitales ha impulsado el desarrollo acelerado de un conjunto de elementos que transforman el territorio. Proyectos carreteros, portuarios, de gasoductos, pero también eléctricos, mineros, de extracción de hidrocarburos, de corredores industriales, inmoviliarios, etc., que se despliegan como piezas de un nuevo modelo de acumulación del capital y que en conjunto constituyen el rostro espacial del neoliberalismo.
Cada uno de los elementos que vemos en el mapa constituye tan sólo una pieza de un proyecto de alcance regional, que engarzado con otros proyectos a través de las redes de transporte, articulan al megaproyecto, que en realidad abarca todo el territorio nacional e inclusive regiones de Centroamérica, materializándose a partir de cada una de sus partes: el proyecto de acumulación privada basada en la subordinación total del territorio nacional a intereses privados y extranjeros.
1Informe Amenaza neoliberal a los bienes comunes, de GeoComunes.
Usted puede consultar la cartografía en el siguiente link: “Amenaza neoliberal a los bienes comunes: Panorama Nacional de Megaproyectos mineros, eléctricos y de hidrocarburos”
Usted puede consultar los audios de esta sesión en el siguiente link: Infraestructura para el despojo