—¡Tenemos huevooo! —grita el hombre caminando a paso rápido por el Parque Céspedes, la plaza principal de la ciudad de Santiago de Cuba.
Se le acercan dos mujeres y otras más van llegando.
—¿A cómo?
—1800 pesos, mima.
Mil ochocientos pesos cubanos corresponden a poco más diez dólares al cambio de la calle, dónde por un dólar te pueden pagar 170 pesos. Un dólar cada tres huevos.
En un país en el cual ganar treinta dólares al mes es tener un muy buen salario, un cartón de huevos cuesta diez.
El hombre sostiene con la mano izquierda un cartón de 30 huevos, en la derecha un teléfono celular. No pasa ni un minuto. Todos los huevos están vendidos.
Así que uno de los productos más comidos en el mundo, por su alta concentración proteica y bajo costo, es un lujo que un cubano no se puede permitir y que denota, en un plato de desayuno, una gran capacidad adquisitiva.
En Cuba parece cualquier gallina hace huevos de oro.
El desabastecimiento es un tema de extrema importancia y de gran actualidad en la isla caribeña. Las razones por las cuales el huevo en Cuba ha llegado a costar tanto es parte de una cadena de eventos que recaen en la dieta y la vida cotidiana de la población.
Para empezar, en Cuba hay una escasez importante de pienso para darle de comer a los pollos y a las gallinas. El pienso industrial escasea, el costo es demasiado alto porque es un producto de importación, así que durante el año 2022 las gallinas cubanas no han tenido suficiente pienso para producir huevos y a su vez los pollitos no tienen suficiente pienso para sobrevivir. El resultado es que mueren muchos pollitos, se producen menos gallinas, y las gallinas no producen huevos suficientes para abastecer las necesidades de la población, así que el poco huevo que hay se vuelve mercancía rara, y se sabe que la escasez hace levitar los precios.
Si en Santiago de Cuba, al oriente de la isla, el costo es 1800 pesos el cartón, en la capital, La Habana, al aproximarse de la Navidad un cartón de huevos llega a costar 2200 pesos cubanos, casi 13 dólares, al cambio.
Carlos tiene un bar en el que ofrece desayunos en la calle Heredia en Santiago de Cuba. Cada día hace un invento para sustituir los huevos con algo más, para que los clientes no noten que falta el elemento central. Un día se come un sandwich con salchichitas, otro abunda más la fruta bomba y el plátano, y cuando hay huevo se hace magia.
—Vas a ver cómo voy va a hacer que rinda cada huevo.
Con un huevo se puede batir un poco de cebolla para que aumente sus dimensiones y se tenga la impresión que el plato está lleno, o se pueden hacer tortillitas muy delgadas, que llenan el plato.
Así en las casas cubanas van cambiando las recetas dependiendo del desabasto. En lugar de papa, que no se ha visto durante meses, se usan otros tubérculos como la malanga. Se eliminan de la dieta zanahorias o leche fresca, las croquetas ya no llevan bechamel, dado que no hay ni leche, ni mantequilla y ni harina.
Harina de pronto aparece, sacada de algún almacén, pero está vieja.
—La harina que encuentras muchas veces sabe a cucaracha. —es la opinión lapidaria de Carlos.
Hay varios niveles de desabastecimiento en Cuba: la inexistencia del producto y la dificultad para el acceso al producto. La inexistencia es muy evidente. Es suficiente pasar por las tiendas, que se encuentran desabastecidas tanto en moneda nacional como en moneda libremente convertible, un circuito paralelo de captación de divisas.
Hacen falta elementos básicos para la vida cotidiana, como el jabón, el papel higiénico el shampoo, o alimentos como el aceite, el pollo, los embutidos. Pero también hay escasez de otro tipo de productos básicos, como la materia prima para la producción de medicamentos, o el papel para la producción de libros, los materiales escolares, o insumos médicos básicos como gazas, guantes, jeringuillas.
Incluso los insumos para la enseñanza artística, como los instrumentos musicales o el oleo para pintura; el combustible para hacer funcionar algunos servicios básicos.
Las razones, según Ernesto Teuma, profesor de teoría política en el Instituto Superior de Arte en La Habana, tienen varias dimensiones.
—La primera dimensión, en un marco más amplio, tiene que ver con en el lugar específico en que se encuentra Cuba en la economía-mundo. O sea un pequeño estado insular del Caribe, una economía de tamaño mediano, subdesarrollada, dependiente, cuyos principales rubros son los servicios, ciertos recursos naturales y el turismo, son muy frágiles en términos de su volatilidad en el mercado internacional.
Y el turismo especialmente durante y después de la pandemia de la COVID-19 ha sido completamente paralizado, aunque en 2022 se contaron unos 400.000 turistas, en su mayoría rusos. Una primera señal de recuperación, que sin embargo está todavía lejos de los 4 millones de 2019.
—Hay que sumarle a esto las dificultades de acceso a alimento, cuyos precios básicos se han incrementado en todo el mundo, o la dificultad de acceso al combustible o la inflación, que es una realidad que están experimentando todos los países del mundo en una dimensión u otra. Ahora, en el caso cubano se agrega una segunda capa de dificultad: los efectos del bloqueo norteamericano contra Cuba, que impide acceder a un sinnúmero de productos de una manera más fácil y barata en lo que serían sus mercados naturales en América Latina y EEUU.
El profesor Teuma habla de alimentos, insumos médicos, materias primas para medicamento, que a partir de las leyes del bloqueo y las regulaciones impuestas durante la administración de Donald Trump y continuadas por la administración de Joe Biden, han dificultado mucho el acceso a todos estos productos.
—Para una economía golpeada por los efectos de una recesión global y por lo tanto con un margen de maniobra económica bastante pequeño, los efectos multiplicadores de las sanciones convierten cualquier abastecimiento en un asunto de la máxima dificultad. Por ejemplo, productos que podrían comprarse en el mercado norteamericano deben comprarse en lugares muchísimo más lejanos como en Asia, lo cual por supuesto multiplica los costos en términos de tiempo, de flete, e incluso afectan en la calidad de los productos, que no pueden ser de primera línea, sino de segunda o de tercera.
La tercera dimensión tiene que ver con la distribución desigual de los abastecimientos existentes. La diferencia entre la capital y las demás provincias del interior del país es importante. La Habana, la ciudad más grande, se beneficia de un extra de producto, mientras que las provincias más al interior ven incluso en aquellos rubros que son subsidiados y que son administrados por el estado, una menor cantidad de productos básicos: lo que llega a la Habana no llega a Cienfuegos, a Holguín o a Guantánamo. Pero además de eso, también dentro de la propia capital hay diferencias en el abastecimiento entre distintos municipios.
Botes de plástico reutilizados como macetas, Cuba. Foto: Arnoud Joris Maaswinkel, en WikiCommons. Creative Commons BY-SA 4.0.
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A pocas cuadras del centro de Santiago están vendiendo en la calle medicamento de uso hospitalario. Es posible comprar cajas de Ceftriaxone. En la página del Formulario Nacional de Medicamentos tiene la clasificación de “medicamento vital” y el nivel de distribución es de “uso exclusivo de hospitales”. Se trata de un antibiótico que se usa como primera elección para infecciones muy fuertes o para tratamiento pre o post operatorio y cuyo uso indiscriminado puede causar problemas. Además, es intra venoso y no se encuentra en las farmacias. ¿Cómo llega a la calle?
—Nosotros tenemos una cosa que se llama Cuadro básico de medicamentos, donde están los antihipertensivos, antidiabéticos, medicamentos que a las personas les hacen falta, muy muy importantes para su calidad de vida y siempre se garantizan y siempre estaban en las farmacias. Y de momento empezaron a faltar. Hasta el punto en el que estamos hoy, que si tienes que conseguir un medicamento lo compras en el mercado negro.
Leonardo estudia el último año de medicina en la Universidad de Oriente y hace algunos años ha notado cambios en la administración de la salud, en términos de desabastecimiento de medicamentos.
El desabastecimiento afecta de manera preocupante también el sector salud, que ha sido uno de los puntos de vanguardia en enfrentar la pandemia de COVID-19, con la producción de vacunas como Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus, de las cuales, en su conjunto, han sido administradas 43 millones de dosis a principio de 2023, según los datos del Ministerio de la Salud Pública de Cuba.
En la isla se producen prácticamente todos los medicamentos del cuadro básico, diuréticos, antihipertensivos, muchos antibióticos. BioCubaFarma produce los medicamentos para consumo nacional y para vender al exterior.
Sin embargo, en los hospitales cubanos los medicamentos empiezan a desaparecer.
—Los medicamentos desaparecen en varios puntos de la cadena. No todos llegan de los almacenes al hospital, y de lo que llega, no todo llega a los médicos porque se desvía para la calle.
En otras palabras, los medicamentos son sustraídos por los empleados, transportistas, enfermeros, médicos, y vendidos en el mercado negro, dejando desabastecidos los hospitales.
—Porque en la calle se está vendiendo medicamento que viene de otros países, de Rusia, y esto se ve de la envoltura, pero hay quien te vende cajas de medicamento que se fabrican en Cuba, y eso sólo se puede haber sacado del hospital.
En Cuba un médico recién graduado llega a ganar un máximo de 4,200 pesos al mes, poco menos de 25 euros. Con ese sueldo se puede comprar dos cartones y medio de huevo.
El sueldo máximo de un médico civil con todos los grados académicos posibles es de unos 8000 pesos mensuales, cuatro cartones y medio de huevos.
Para que llegue a ganar más un médico tiene dos opciones.
—Haciendo negocios por su cuenta o yéndose a una misión al extranjero. No hay forma legal para un médico de ganar más, que te permita vivir dignamente en este país. Por ejemplo, acá cuando compramos pollo compramos una caja de pollo y una caja de pollo cuesta más de lo que gana un médico. Ahora mismo cuesta 6000 pesos y son unos 20/25 kg. Te puede durar un mes, dependiendo de qué tan grande está tu familia. Un par de zapatos te puede costar 7000 pesos. Cuando lo ponemos a dólares cobramos 30 dólares al mes. No es nada.
Frente a esta situación se están tomando medidas importantes.
En principio la estabilización de la generación eléctrica, que permite que un conjunto de industrias que se encontraron paralizadas precisamente para garantizar un ahorro en términos de generación, que permitiera reducir la afectación del sector residencial, comienzan a generar productos de primera necesidad que sí se producen en el país. En segundo lugar el incentivo a la inversión extranjera, especialmente en la zona de desarrollo económico del Mariel. Para que, a través de cadenas de valor internacionales, se produzcan este tipo de insumos y servicios. Un llamamiento global en contra de la política del bloqueo y más recientemente la gira internacional realizada por el presidente Miguel Díaz-Canel para intentar aliviar la deuda que Cuba tenía con determinados países, garantizar inversión, fortalecer elementos de cooperación, y en un plano muchísimo más interno algunas medidas que se han tomado sobre todo alrededor de lo que se ha dado a llamar “el enfrentamiento” al delito económico y la corrupción, o sea el desvío de grandes volúmenes de mercadería de empresas y mercados estatales hacia el sector privado o hacia la reventa en la calle, pero también una mayor organización del racionamiento que se ofrece tanto en el sistema de racionamiento, o sea las bodegas, y otros establecimiento de comercio minorista del estado y también en determinadas tiendas, para determinados rubros y tipos de producto, en caso del mercado en moneda nacional. ¿Son suficientes estas medidas? Por supuesto que no, pues estas medidas chocan con el trasfondo de una inflación galopante, que como fenómeno global afecta el poder adquisitivo de la mayoría de las personas y ralentiza la actividad económica en general al disminuir el consumo… pero bueno, según las proyecciones que se han estimado, el 2023 va a ser un año de recesión global de la economía, un año de contracción en América Latina, y en el cual los factores globales quizá no generan una mejoría en términos de las condiciones de vida y el acceso a productos e insumos básicos de primera necesidad. Por lo tanto una parte importantísima de las medidas está en el plano de la organización interna de la economía cubana.
Frente a la entrada de la tienda Panamericana de la calle Francisco Vicente Aguilera hay una fila de casi cincuenta personas. Están esperando a que las empleadas del comercio de estado dejen entrar, de tres en tres, a los clientes.
La cola en Cuba es parte de la cotidianidad. Se hace cola para ir a la tienda Panamericana, se hace cola para comprar un pedazo de cerdo, que en Santiago llaman macho, se hace cola para subir a la guagua, o sea el autobús, o para ir a comer a un restaurante. Nadie se queja, es algo arraigado en la cotidianidad.
El que llega a la cola pregunta quién es el último y asume que va a tener que esperar. En las estanterías de la Panamericana hay pocos productos: botes de frijoles mexicanos, botes de fruta enlatada española, botellas de vino que cuestan 60 dólares, shampoo, aceite de semillas. Pero hoy la gente está formada porque corrió la voz de que hay pollo y hay yogurt. No se sabe cuándo volverán a estar disponibles, así que es necesario dejar cualquier actividad para ir a formarse. A lo mejor mañana muchos comerán un buen caldo y acompañarán el arroz congrí con una buena pierna de pollo bien jugosa. Habrá valido la pena la espera.