“Me impresiona el pragmatismo de López Obrador”. El Gobierno de la 4T en el contexto internacional

Grettel Montero: ¿Cuál sería tu balance de este sexenio en términos de geopolítica?

Leticia Calderón Chelius: Al fin de un período tan importante como el que hemos vivido, si algo pasó fue ir de una supuesta perspectiva parroquial de la relación de México con el mundo, por el supuesto de que López Obrador es alguien muy localista, a un personaje que creció a nivel internacional de una manera muy importante.

Ocurrieron muchas cosas en estos años que te permiten dimensionar. Por ejemplo, en nuestra relación más importante, que es con Estados Unidos, hubo dos cambios de presidentes allá, Trump y Biden, y él negoció con uno y con otro, de diferente manera. En esa relación hay una parte comercial muy fuerte y central para nuestro país que, de alguna manera, es una de las cuestiones que nos da el dinamismo económico que tenemos. Y también se ha tenido una importante capacidad de negociación en temas que tienen que ver, por ejemplo, con la migración.

El manejo político sobre todo con Estados Unidos fue de pragmatismo nacionalista, porque, la verdad, sorprende mucho que López Obrador, teniendo siempre un discurso desde una izquierda, tuvo este cuidado de no violentar, de no quemar esa relación y logró mantener el equilibrio en una relación que le es productiva a Estados Unidos, por su cuestión geopolítica, pero que también le resultó al gobierno de López Obrador. Lo cual no quiere decir que sea tan sostenible en un gobierno distinto, ¿cómo se va a manejar en el próximo sexenio? Eso va a ser interesante.

En el contexto regional, México tuvo una relación simbólica, incluso discursiva, por ejemplo con Cuba, que fue muy mencionada en nuestro país, y por la vía de los hechos con Centroamérica, pero más en el papel que México ha tenido tradicionalmente en términos de cierta superioridad, de poder llevar nuestros programas y ayudar; pero también la geopolítica de cada uno de estos países, obviamente, modifica la relación que se estableció. Entonces, en este momento, tienes potenciales países y gobiernos aliados como Honduras y Guatemala.

Y ocurrieron cosas no planeadas, no pensadas, como los tremendos hechos ocurridos en Bolivia y Perú, y ahora en Ecuador. O bien, el regreso de Lula en Brasil, el cambio no deseado en Argentina y el caso de Colombia con Petro como presidente, que es un cambio fundamental. Entonces, pasan muchas cosas en la región, en las que México, sin tener intervención directa, acaba teniendo alguna. Y esto le da cierta presencia a un personaje como López Obrador que, para nuestro país, sobra decirlo, es un personaje fundamental.

Entonces, me parece que, en términos de geopolítica y de estrategia, hay un equilibrio interesante. A López Obrador le he de reconocer siempre que ha hablado abiertamente de los personajes políticos como él considera. Entonces, lejos de nuestra costumbre mexicana de que dices una cosa, pero no la dices, él sí ha dicho cosas fuertes. Las ha dicho incluso de aliados, como en el caso de Canadá y el presidente Justin Trudeau.

Hablemos del nearshoring y el hecho de que México reemplazó a China como el principal exportador a Estados Unidos.

Yo creo que con la 4T que hemos visto, el nearshoring no sólo coincide, sino que, además, el gobierno mexicano lo lleva a la mesa y lo trata de empujar: México sustituye a China, pero tampoco se pelea abiertamente con China.

Para tener empleo en el país, México se ha ido ajustando a ciertas cuestiones que, aunque venían en el ideario de la 4T, también las han facilitado la relación con Estados Unidos y con Canadá. Me refiero al aumento de los salarios en la frontera norte, a las sindicalizaciones y al aumento del salario mínimo que, aunque no es cualquier cosa, sigue siendo bajísimo en comparación con los otros dos miembros del T-MEC.

En 2021, Estados Unidos donó a México las vacunas contra el COVID-19 de Johnson & Johnson para que se activara la economía en la frontera norte. Esto le permitió a la población tener la protección y, a fin de cuentas, ahí está la relocalización más marcada. Aunque claro, con la expectativa de que esta relocalización laboral se pueda extender a lo largo del país; ahí están los otros desafíos, donde vienen las cosas más duras porque si con algo se ha enfrentado este gobierno es con el extractivismo.

México no se unirá a los BRICS ¿cómo entiendes esta posición?

De nuevo, me impresiona el pragmatismo de López Obrador. México nunca ha puesto mucha atención al bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Tiene claro que puede mantener una relación con la India, que es un socio importante dada la demografía de ese país, unos 1,400 millones de habitantes, y sin embargo, para México son más importantes, en términos inmediatos, los 330 millones de habitantes de Estados Unidos.

López Obrador, incluso en momentos muy duros en la región, no renuncia a la alianza del norte con Estados Unidos y Canadá, incluso enfatiza el hecho de que nosotros vamos en ese carril. No se alía con América del Sur, su alianza es simbólica, cultural, pero hasta ahí. No va a dejar una relación que le convenga por proteger a Cuba, por ejemplo. Pronto va a venir Lula a México a brindarle su solidaridad a López Obrador, va a esperar a que pasen las elecciones para no hacer más ruido. Pero yo no veo esa traducción a un nivel de aliados económicos.

Por ejemplo, Brasil tiene un comercio brutal importantísimo con Nigeria, Sudáfrica y con China. Argentina también apostó por China, pero México no. Esto es nacionalismo pragmático: cuando te sirve el nacionalismo, lo desenfundas, cuando no te sirve, te sientas y negocias. Ahí es donde López Obrador manda esa señal a Estados Unidos: “¿Saben qué? Aquí la alianza es con ustedes, entonces, no jalen demasiado el hilo porque hay niveles de lealtad”.

Vamos a las próximas elecciones de Estados Unidos, ¿qué podemos esperar que suceda?

Van a pasar varias cosas que, para suerte nuestra, se van a combinar: en México va a haber un resultado electoral más temprano –las elecciones en Estados Unidos serán en noviembre– y promete ser muy contundente. Es decir, se espera que la distancia sea bastante amplia entre quien gane y quien le siga, lo que representa un fuerte mensaje simbólico. Adicionalmente, habrá una ganadora, suponiendo que será Claudia Sheinbaum, y estará también López Obrador en el poder acompañándola.

En cuanto a migración ¿ves cambios si gana Trump o Biden?

La retórica contra los migrantes en Estados Unidos se ha dado desde el siglo XIX, y se va a seguir dando.Entonces, si bien Trump ha sido muy vociferante, muy agresivo y generó un discurso que permitió la xenofobia, en Estados Unidos la situación estructural del tema de la migración no ha cambiado desde la década de 1990, y no ha habido una respuesta ni una reforma migratoria, ni siquiera el reconocimiento de los famosos Dreamers.

Las estadísticas en Estados Unidos muestran que hay un porcentaje muy elevado de su población que está a favor de la migración y de una reforma migratoria. Entonces, en la práctica, Estados Unidos lo que hace es absorber población, porque es un mercado que necesita vorazmente mano de obra barata. Así que es parte de una jugarreta decir que no quieren población migrante y que la están deteniendo, cuando la verdad es que están felices de tener mano de obra joven, dispuesta a trabajar 18 horas al día y a entregar su cuerpo en el mejor momento.

Esa parafernalia teatral que hacen los países y los gobiernos condenando la migración, incluido obviamente el mexicano, es parte de lo que negocian por atrás, en este caso con Estados Unidos y con los medios.

¿Y cómo atraviesa a México el fenómeno migratorio?

México juega un papel de dique en términos de tránsito y, al mismo tiempo, es tal la magnitud de población que ha llegado a Estados Unidos, que ese dique necesariamente tiene hoyos. Pero hay toda una simulación muy dolorosa, hay gente que está retenida, gente que va teniendo que establecerse en lugares por un largo tiempo en lo que logra que sus documentos avancen. El caso de la mayoría es que tratan de llegar a Estados Unidos, pero se quedan en México. Y, efectivamente, nuestro gobierno no ha dado las condiciones que se esperaría. Se ha avanzado mucho en términos de trámitación de solicitudes de refugio pero no de conclusión del procedimiento. Y esto no ha estado acompañado de una política que visibilice y modifique la relación con respecto a esa población que, al final, se va quedando en el país, y que constituye ese dique del que hablo.

También hay que reconocer que nosotros culpamos de todo a Estados Unidos –esa fue nuestra formación histórica–, pero también habría que voltear a ver acá. Cuando López Obrador inauguró su discurso diciendo “a ver, hay razones también para explicar esta expulsión migratoria (mexicana) y algunas son históricas”, para mí fue una bocanada de aire fresco porque es un cambio de retórica muy importante. Sin embargo, el problema es que el discurso se quedó ahí, México no asume su responsabilidad como país expulsor.

El conflicto está en que las masas migrantes son pobres, y la gente y los gobiernos no quieren a la gente pobre. No es por su condición de migrantes, lo que estamos viendo es aporofobia: miedo a la gente pobre y necesitada.

Regresando a las elecciones, ¿a qué nos enfrentamos?

Con López Obrador estamos cerrando el ciclo de la Revolución Mexicana, este es el último gobierno del viejo régimen. López Obrador es el último enclave de ese gran momento histórico del país. Lo que viene es lo nuevo, lo que viene es lo diferente, lo que viene es producto ya de un nuevo México, de una mentalidad distinta, de un país que ya tiene otras claves.

López Obrador es el último personaje político de un ciclo histórico, que nos incluye a todos los mexicanos del siglo pasado que nos formamos en un modelo de sistema único de poder, frente al cual eras disidente o complaciente. Es el fin de la Revolución Mexicana que también formó a quiénes eran la disidencia, la izquierda, una izquierda prohibida, una izquierda avasallada en los años 60. Luego, hay un momento en el que esa disidencia se encauza por vías más institucionales, y esa es la que ahora empieza a tomar el poder.

En el caso de Claudia Sheinbaum, de nuevo, suponiendo que va a ganar, es la primera mujer que no viene del viejo régimen de partidos, que viene de esa izquierda –si tú quieres– más intelectual, más académica, pero que al final es la reivindicación de toda una generación, de todo un sector.

Sobre el próximo gobierno mexicano en el contexto global, ¿qué oportunidades y desafíos tendrá?

Para efectos de temas migratorios, el nuevo gobierno tiene que actualizarse, entender que la migración es una dinámica más compleja y debe reconocerla como una realidad. Es importante generar nuevos marcos legales para eliminar tanta burocracia, digitalizar trámites y darles facilidades a la población que se establece.

En general, en este momento el escenario está muy complicado por lo que sucede en Medio Oriente. Que López Obrador ha evitado hacer una declaración o incluso romper relaciones como se hubiera esperado desde la izquierda ¿Por qué no lo ha hecho?, por ese pragmatismo que él tiene, porque él también sabe que no puede abandonar en este momento a su aliado Biden, golpeado ahora por los otros. O sea, estamos en un proceso electoral y por eso trata de no meterse, pero el costo es tremendo.

En el próximo sexenio la relación no será igual con Estados Unidos porque López Obrador, como dicen los de la derecha y tienen razón, es un “encantador de serpientes”. A veces me daba risa ver cómo trataba a Trump, como si fuera un niño al que lo convence diciéndole “mi amigo Trump”. Pero, bueno, tampoco veo a Claudia Sheinbaum zigzagueando.

Aunque tengamos un nuevo gobierno, mi impresión es que mientras López Obrador viva, no importa que se vaya a donde se vaya, va a seguir siendo un personaje central en la vida de México, en la vida pública del país. Ahí va a estar.

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