Juan Valdés Paz, sociólogo, politólogo, analista y Premio Nacional de Ciencias Sociales 2014 en Cuba, fue quien inauguró, con un profundo análisis titulado Notas sobre la cultura del desarrollo socialista, esto en el marco del VII taller regional de intercambio de experiencias organizado por el Centro de Intercambio y Referencia Iniciativa Comunitaria (Cieric). En esta séptima emisión del taller se dedicaron los trabajos al tema de Los desafíos de la cultura en la construcción de sociedades con equidad y sostenibilidad.
En ocasión de su participación, en el evento organizado por Cieric, los días 5 a 9 de octubre de 2015, Juan Valdés Paz ofreció una entrevista a la oficina regional Rosa Luxemburg Stiftung y justo nos habló sobre los desafíos culturales de la realidad actual en Cuba.
El reconocido analista mantiene su actividad como académico y escritor, actualmente está vinculado a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), continúa fervientemente su trabajo como profesor e investigador en Cuba. Nos comparte que a través de su obra ha tratado de responder a la realidad que hoy le convoca en su país.
— ¿Cuáles considera que son los desafíos culturales de la realidad actual en Cuba?
— El conjunto de la realidad cubana surgida desde la Revolución. La búsqueda de afianzar un cierto proyecto de nación es en sí mismo un proyecto cultural, de manera que el primer desafío cultural es preservar y acrecentar las conquistas de la Revolución, las conquistas materiales y espirituales. Este primer desafío ya conlleva muchas dificultades, pero es relativamente factible y el pueblo cubano lo ha logrado en las peores circunstancias.
El segundo desafío es hacer crecer ese acervo material y espiritual que hemos logrado, puesto que a largo plazo exige del compromiso de toda la sociedad cubana para generar acciones en consecución total de un proyecto de nación, de un proyecto para la sociedad.
A corto y mediano plazo, las condiciones están afectadas por la necesidad de reconstruir las bases económicas de la sociedad cubana, garantizando la viabilidad de sus propios logros en términos económicos, pues es real que Cuba enfrenta una crisis desde los años noventa. El desafío a las crisis que abatieron a la sociedad cubana es un proceso de recuperación no concluido. De hecho, el proceso de reformas económicas que se promueven forman parte de esa recuperación y la idea es que el desarrollo cultural contribuya a sostener el desarrollo material y espiritual de la realidad cubana, entre otras cosas, sosteniendo la voluntad política y ética de la población en favor de esas metas históricas; podríamos hablar, entonces, de una cultura de la resistencia.
— Ante los cambios estructurales en Cuba, ¿cuáles han sido esos espacios concretos en los que tiene que estar presente la cultura de la resistencia?
— El mayor desafío, diciéndolo globalmente, estaría en que las estrategias medidas, por las cuales estamos intentando superar la crisis, van produciendo una sociedad distinta a la que teníamos, a la que ya había sido creada por la Revolución, en la que teníamos muchos objetivos que plantearnos. Las reformas, ya más en lo particular, producen impactos sociales; quizás el más importante, entre otros, es que está produciendo una sociedad más desigual que la que teníamos anteriormente, lo cual nos lleva a plantearnos diversos cuestionamientos:
¿Cómo lidiar con esa desigualdad? ¿Cómo lidiar con que, dentro de estos cambios, esa desigualdad sea la mínima necesaria, en la que el término inferior no sean pobres, con que la subjetividad social no se conforme nunca con las ventajas y privilegios de los sectores colocados en la parte superior de la desigualdad?
¿Cómo lograr una cultura que nunca acepte la desigualdad y que esto sea como un principio ético? Entonces, creo que ese desafío puede tener muchas manifestaciones, que en Cuba, a lo que nos enfrentaremos es, en resumen, a que las reformas de todo tipo, pero fundamentalmente las económicas, produzcan una sociedad distinta, con una cultura de contención que limite sus efectos negativos, que dinamice los elementos positivos sobre los negativos y, sobre todo, que reconstruya una subjetividad social mayoritariamente favorable a ese proyecto de nación y a ese proyecto de vida para los cuales se hizo la Revolución.
— ¿Cómo es que las iniciativas realizadas por organizaciones como Cieric, dentro de este VII taller regional de intercambio de experiencias, pueden aportar a los retos que vive Cuba hoy?
— Las instituciones y proyectos que atienden el Cieric, la UNEAC y otras organizaciones tienen la gran virtud de que se ocupan de una dimensión de la realidad cubana, menos atendida por las políticas públicas, que son: el espacio territorial y el espacio comunitario. Uno de los problemas que enfrenta el socialismo real, que es en el que vivimos, es un diseño institucional excesivamente vertical, centralizado y, por añadidura, burocratizado. Este diseño institucional tiende a producir siempre políticas generales, universales, nacionales, comunes, etcétera, dejando por fuera lo específico, lo particular, las ventajas y desventajas de lo local, de lo territorial; sobre todo, no le da un lugar a la iniciativa, a la creatividad de la gente y no logra apoyar adecuadamente a lo que llamamos “el sentido común”.
El sentido común es siempre local y comunitario, nunca se va a expresar en los altos niveles ni en los grandes escenarios, el sentido común que tenemos que compartir es eminentemente local. Estos proyectos nuevos tienen la gran virtud de que se plantean apoyar a este sentido común en lo local y en lo comunitario, así como promover capacidades, recursos locales y comunitarios que se escapan, que todavía el modelo global del socialismo no abarca y se escapan, debido a que el modelo no logra incluir a lo comunitario y la pregunta siempre es ¿el poder popular es eso? Creo que estos proyectos están contribuyendo a una parte que le hace falta al socialismo real, que es el desarrollo comunitario.
*Entrevista realizada por Clara G. Meyra Segura, Coordinadora de Comunicación y Eventos de la Oficina Regional de la RLS.