Clara Brugada, el feminismo en la organización popular

Clara Marina Brugada Molina nació el 12 de agosto de 1963 en la ciudad de México. Estudió economía en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde comenzó su trabajo en organizaciones sociales. La historia es conocida: por invitación de unos colonos que visitaron su salón de clases se fue de maestra de secundaria a una escuela comunitaria de Iztapalapa.

Iniciaba la década de los años 80. Clara Brugada se incorporó a la Unión de Colonos de San Miguel Teotongo, un movimiento social urbano que reivindicaba el derecho a la vivienda de los pobladores del oriente -marginado y periférico- del entonces Distrito Federal. También se sumó a al Movimiento Urbano Popular y de la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata.

Desde entonces comenzó a delinear el feminismo popular que ha sostenido e impulsado durante cuatro décadas.

“Los dirigentes del Movimiento Urbano Popular dijeron que la columna vertebral son las mujeres. Varias de nosotras nos quedamos pensando ¿cuándo seremos el cerebro y no solo la columna vertebral?”, contó en una entrevista que circula en redes sociales.

En ella cuenta cómo empezó “todo un trabajo de hormiguita” en cada una de las organizaciones sociales de la Coordinadora amplia, democrática y unitaria de organizaciones urbano-populares de lucha (Conamup) que derivó en la construcción de estructuras de mujeres al interior de las organizaciones populares y el surgimiento de la regional de mujeres en 1984. Esa estructura tenía tres ejes: 1) la defensa de la vida, “contra la carestía y estrategias de sobrevivencia”; 2) la lucha por la democracia y la reeducación de hombres y mujeres sobre el papel de la mujer, porque “no se vale que las mujeres siempre hagan bola, todo el día en la colonia enfrentando y sean siempre en la dirección los compañeros”, y 3) la violencia hacia la mujer.

Diez años después de trabajar con las organizaciones de mujeres en movimientos populares, inició una carrera política siempre en ascenso y ligada a las luchas sociales.

En 1995 se unió al Partido de la Revolución Democrática (PRD) fundado por Cuauhtémoc Cárdenas y formó parte del primer Consejo Ciudadano de Iztapalapa. Dos años más tarde, cuando Cárdenas fue electo el primer Jefe de Gobierno de la capital del país, Clara Brugada fue elegida diputada federal por el distrito 22. Ahí encabezó un movimiento de colonias de la Sierra de Santa Catarina para evitar la construcción de un penal de máxima seguridad en la antigua Cárcel de Mujeres.

“Prepa sí. Cárcel no”, fue el lema del movimiento que, años más tarde, durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, derivó en la creación de la primera preparatoria y la primera universidad de la Ciudad de México.

En el 2000, Clara Brugada fue elegida diputada local de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. En 2002, consejera nacional del PRD. En 2003 regresó como diputada federal. En 2006, compitió por un lugar en el Senado como suplente de Pablo Gómez y participó activamente en el movimiento de resistencia de López Obrador contra el fraude electoral. Luego fue Procuradora Social en el gobierno de Marcelo Ebrard, y renunció en 2009 para contender por la jefatura delegacional de Iztapalapa.

Esa fue una de las más extrañas en la historia de la Ciudad de México y del país. Brugada ganó las elecciones internas del PRD con más de  5 mil votos pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anuló su candidatura y se la entregó a su oponente tres semanas antes de las elecciones y cuando las boletas electorales ya habían sido impresas con su nombre. López Obrador impulsó una arriesgada apuesta: llamar a los votantes perredistas a votar por otro partido (Rafael Acosta, Juanito, del Partido del Trabajo) y que luego, el ganador, cediera el puesto. Tras algunos jaloneos y resistencias del personaje para cumplir el pacto, Clara Brugada asumió el gobierno de Iztapalapa en diciembre de 2009, a propuesta del jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard.

Después de eso, Clara Brugada siguió a López Obrador en la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y concentró sus energías en la Ciudad de México. En 2016, fue electa Diputada a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México por la vía plurinominal y, desde la vicepresidencia del órgano legislativo, impulsó una amplia agenda de derechos sociales, el fortalecimiento de las alcaldías y un tema prioritario en su discurso desde entonces: el derecho al agua.

En 2018 regresó a Iztapalapa. Ganó las elecciones, contendiendo ya por Morena, y en 2021 fue reelecta con 57.7% de los votos.

En esos seis años -su segundo periodo al frente de la alcaldía que concentra a la cuarta parte de la población capitalina-, encabezó una profunda transformación de Iztapalapa. No solo por obras de movilidad del gobierno central, la construcción de la línea 12 del Cablebús o del trolebús elevado, sino por una serie de obras que le dieron un sello único a su gobierno: el muralismo comunitario, la instalación de alumbrado público en todas las calles, y la apertura de 12 centros culturales nuevos llamados “Utopías”, que son el pilar de su propuesta de un sistema integral de cuidados para la población.

Para finales de 2022, Clara Brugada era la alcaldesa mejor evaluada de la ciudad, con 78.7 de la aprobación de su gobierno, de acuerdo con la encuesta de Monitor Capitalino.

Con estas credecniales llegó a al proceso interno de Morena para elegir a su coordinador de la defensa de la transformación de la Ciudad de México, que a la postre tendría la candidatura al gobierno de la capital.

Fue una contienda desigual. Los medios de comunicación corporativos, incluidos los que se asumen de izquierda, se volcaron en la promoción de otro de los contendientes, Omar García Harfuch, el exjefe de la policía de la Ciudad que compitió con el apoyo de las grandes televisoras y alianzas con grupos priístas, como el sindicato del Metro, además de un gasto en redes sociales calculado en más de 38 millones de pesos.

La candidatura de García Harfuch, quien hizo campaña utilizando la figura del antihéroe Batman, provocó una rebelión interna y externa de amplios sectores de las izquierdas. Un tercer contendiente, el médico Hugo López.Gatell, puso en relieve las contradicciones éticas de la postulación de un policía sin propuesta programática más allá de la seguridad.

A pesar de la millonaria inversión, la candidatura de García Harfuch fue la única que no aumentó sus tendencias de voto durante la campaña Aunque en las encuestas tuvo, en promedio, 14 puntos arriba de Clara

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