Quienes participaron en el Encuentro Regional de Educación Popular, Alterativas y Resistencias, en noviembre pasado, tuvimos la fortuna de convivir, aprender y disfrutar con Kathrin Buhl, unos días de intenso trabajo y debate sobre la educación popular. Todas y todos los participantes de los 13 países que ahí se reunieron, escucharon con interés el cuento del El cuento del feminismo y la educación popular que Kathrin relató aquella vez. Una historia corta, directa, pero llena de sentidos y de profundidad, así como se caracterizaban las intervenciones de Kathrin.
Su partida ha dejado un vacío irreparable, el cual tendrá que llenarse dándole continuidad a su trabajo, a sus sueños, con el inmenso compromiso que tenía con las causas justas y dignas.
A continuación compartimos el cuento que leyó el pasado 9 de noviembre en el marco del Encuentro Regional de Educación Popular, Alterativas y Resistencias, llevado a cabo en la Ciudad de México.
Muchas gracias, Kathrin, por compartir siempre tus sueños y tus enseñanzas. Buen camino.
El cuento del feminsmo y de la educación popular
Cuando me pidieron hablar sobre la relación entre feminismo y educación popular, inmediatamente me surgieron algunos cuestionamientos, algunas absurdidades y, sí, algunos sarcasmos. Me dije que, defintivamente no era lugar para sarcasmos.
Pensé entonces, ¿qué relación podrían tener el feminismo y la educación popular? ¿Será una relación de amor, de odio, o de indeferencia? ¿Podrían o deberían andar de la mano o abrazados? Raramente lo hacen.
Entonces, supe que la única manera de abordar el tema sugerido sería contándoles un cuento de amor. Ya saben, ese tipo de cuentos son complejos, llenos de encuentros y desencuentros, de malos entendidos y sorpresas, de amores y desamores. Si tenemos suerte, contienen un poco de humor.
Para empezar, vale la pena que conozcamos a nuestros héroes.
La educación popular pretende contribuir a procesos de transformación de la realidad, parte de un análisis de la realidad, busca estrategias y opciones, todo eso de forma colectiva, respetando los saberes y experiencias de los y las sujetos. Es linda, alegre, reconoce que se aprende no sólamente con la mente, sino con el cuerpo, respeta no sólamente lo cognitivo, lo teórico, sino lo emocional, lo espiritual, dicen algunos. Le gusta jugar, pero pasa que a veces juega tanto que se olvida de su compromiso, eso, sobre todo, si sólo la captan por su aparencia, si no la respetan por su objetivo y por su esencia.
El feminismo, por su parte, combate la opresión patriarcal, cuestiona la relación vigente entre hombres y mujeres. Parte del análisis de las estructuras de opresión, busca formas de concientización, estrategias y opciones para transformar la realidad. Muchas veces parece furioso, amargo, hasta excluyente. Otras veces, es divertido, creativo, tiene sentido del humor, piensa y dice lo impensable, lo que no se dice, hace lo que no se hace. Hay los, y a veces las que le tienen miedo.
La educación popular se entiende más como el acompañante en un camino; el feminismo tiene un objetivo más bien específico.
Pero, como no hay un camino hacia una sociedad más justa, más alegre, más digna, una en la que valga más la vida que el lucro, una en la que no exista el patriarcado, que involucre a hombres y mujeres. La educación popular y el feminismo están prácticamente condenados a una vida en conjunto, ¿no?
¿Por qué no lo pueden ver?
Vale la pena buscar un poco en las infancias de los dos, en los contextos e influencias que los han moldeado.
La educación popular surgió paralelamente con el movimiento de comunidades de base y la teología de la liberación, en Brasil. Desgraciadamente, la iglesia católica no es precisamente famosa por su interés en cambiar las relaciones de poder entre hombres y mujeres, ni siquiera en conceder a las mujeres los mismos derechos que a los hombres.
La educación popular tiene también una estrecha relación con movimientos más o menos tradicionales, o con los que han sido influenciados por el marxismo. Lamentablemente, tampoco los movimientos de trabajadores tradicionales se caracterizan, en muchos casos, por un interés específico en cambiar las relaciones de poder. Consideran la opresión patriarcal más bien como la contradicción secundaria, algo que se resuelve después de haber resuelto la contradicción primaria.
El feminsmo, por otra parte, surge en contextos diferentes, en los Estados Unidos, en Europa, lo que en America Latina lo hizo un poco sospecho. Era también hijo de la clase media, sin mucha relación con los movimientos populares. También en su niñez, sin mucha consideración hacia los problemas que iban más allá de su propia realidad. Eso cambió, se volvió cada vez más diverso, más diferenciado, más abierto con las relaciones entre otras, y otros, entre actores, ideas y contextos.
Tanto la educación popular, como el feminsmo, aparecen en muchas formas, muchas facetas, así que, de hecho, podría contar muchos cuentos, cuentos de hadas, de amor, y también de terror. Sobre todo, sobre vidas paralelas y sobre la indiferencia, o de mal entendimientos, o desencuentros.
A veces, los dos se encuentran, pero no se reconocen.
A veces ni siquiera se autoreconocen – ni Rosa Luxemburg ni Mafalda se consideraban feministas, ni educadoras populares, pero sin duda forman parte del cuento.
Hicimos un seminario sobre educación popular el año pasado en Sao Paulo. Invitamos a algunas feminstas, que respondieron sorprendidas a nuestra convocatoria, ya que, decían, no sabrían hablar sobre la educación popular. La gente del sector de formación del Movimiento Sin Tierra nos miró y preguntó, un poco insegura, ¿Por qué un debate sobre el feminismo, si hablaremos de educación popular?
Un par semanas atrás hicimos un seminario sobre feminismo, por supuesto, aplicando la educación popular, aunque la verdad, entró en esa ocasión un poco a escondidas.
En fin, eso sí era, o es, un cuento de amor.
Dentro del Movimiento Sin Tierra, las mujeres conquistaron en los últimos años mucho espacio, pusieron en la agenda el tema del patriarcado, del machismo, cambiaron las estructuras de poder dentro del movimiento, tematizaron el machismo dentro de la propia organización. Normalmente no lo llaman feminismo. El trabajo con las mujeres en las ocupaciones, en los asentamientos, en procesos de formación, muchas veces es nada más y nada menos queeducación pupular, aunque tampoco lo llaman así.
En movimientos de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo, en Argentina, las mujeres jugaron y siguen jugando un papel decisivo. Se organizaron, intercambiaron sus experiencias, sus informaciones.
Las múltiples experiencias de resistencia contra megaproyectos parten muchas veces de las iniciativas de las mujeres, que suelen ser las más afectadas. En los procesos de organización a nivel de las comunidades, cambian las relaciones entre hombres y mujeres, permiten – o exigen – el protagonismo de mujeres, y necesitan de procesos de debate, discusión e intercambio de experiencias entre la gente, es decir, necesitan de la educación popular.
Hay desencuentros, hay de vez en cuando, desprecio, o subestimación de los potenciales de la una y del otro. Ni hablar de indeferencia.
Pero también, como escuchamos hoy en la mañana, hay algunos cuentos de amor, de encuentro, de entendimiento mutuo.
Arriesgándome a una regaño por parte de Jorge, el facilitador de este encuentro, casi me atrevería a proponerles que, en lugar de formular preguntas, aprovechen el trabajo de grupos para contar sus cuentos, que pueden ser de amor, de suspenso, o de terror… En fin, cabe a nosotras y nosotros ponerle un final feliz a este cuento….
Kathrin Buhl
9 de noviembre del 2012
Descargar el cuento El cuento del feminsmo y de la educación popular