Jordán Rodas. Ex Procurador de los Derechos Humanos y ex candidato a rector de la Universidad Nacional de San Carlos, nos relata el proceso de fraude vivido en la USAC, que extrapola a lo que sucede a nivel nacional. | Foto: WikiMedia Commons.
La Universidad Nacional de San Carlos enfrentó durante el actual gobierno, como muchas otras instituciones, la intervención y cooptación por parte del Estado, es decir, una representación a escala de lo que sucede en el país.
Por mandato constitucional, la USAC, creada en 1676 y con ello la más antigua, es la única universidad pública en Guatemala. Igual que otras universidades en el mundo, tiene tres importantes funciones: la docencia, la extensión y la investigación. Ha sido la “casa” donde muchos guatemaltecos hemos podido cursar estudios superiores y ser profesionales a un ínfimo costo.
Cuando se promulgó la Constitución de 1985 se otorgó a las universidades, principalmente a la USAC, la posibilidad de influir en las altas estructuras del Estado y de participar en la resolución de los problemas nacionales, en concordancia con su propios principios y ley orgánica. Es una de las pocas universidades en el mundo que cuentan con este respaldo legal. Interviene en la decisión de la conformación de más de cuarenta instituciones públicas, desde Comisiones de Postulación del sistema de justicia, Ministerio Público, Contraloría General de Cuentas y Tribunal Supremo Electoral. Tiene, además, incidencia en la Junta Directiva del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) y otras instituciones y, por si fuera poco, cuenta con un presupuesto no menor al 5% del presupuesto de la nación.
Durante el conflicto armado interno que duró 36 años y finalizó con la firma de los Acuerdos de Paz en 1996, la Universidad de San Carlos fue víctima de una represión brutal por parte de las fuerzas públicas del Gobierno. Este periodo de represión feroz, marcado por un caudal de profesores asesinados, el exilio forzoso de otros y la desaparición forzada de estudiantes, coincidió con un alto nivel de preparación académica y social, lo que alertó a la inteligencia militar y desató una persecución en contra de la comunidad sancarlista.
En consecuencia, muchos de los intelectuales más brillantes ya no pudieron seguir contribuyendo en la educación superior en Guatemala. Ese descabezamiento dio la pauta para la inserción de profesionales poco capacitados y nada conscientes de la realidad nacional. Desapareció dramáticamente la fuerza formativa que se había constituido por varias décadas como creadora de conciencia social. Asimismo, la Universidad de San Carlos se convirtió en un botín para las mafias interesadas en cooptar y controlar parte del Estado, que se enriquecen ilícitamente.
Lamentablemente, la Universidad de San Carlos, que debería ser un referente y una luz que guíe a la sociedad guatemalteca, se ha convertido en un reflejo de todos los males que nos aquejan. La corrupción ha penetrado, consumido y arruinado todos los niveles de nuestra casa de estudios. El fraude que se dio en las elecciones por la rectoría en el año 2022 es una perfecta ilustración del estado de desmoronamiento de la institución y, sin lugar a dudas fue el entrenamiento para un fraude en las elecciones generales del 2023.
Sin embargo, el proceso de cooptación de la Universidad de San Carlos, no se dio en un año. Es parte de un proceso gradual sabiamente orquestado, que ha pasado desapercibido por los medios de comunicación y por la sociedad en general. Entre otras causas, debido también a una actitud pasiva y cómplice de muchos actores internos, incluso de algunos miembros del sector docente, de los trabajadores y estudiantes que han sido parte de un sistema de prebendas…
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