Omar Jerónimo. Coordinador de la Central de Organizaciones Indígenas y Campesinas Maya Ch’orti’, nos plantea la necesidad de una alianza entre los pueblos originarios y los partidos y fuerzas de izquierda para establecer una agenda en la que confluyan las diversas aspiraciones. |
Foto: Land Coalition.
De manera general, la población es ajena a la crisis política y la cooptación que sufre el Estado guatemalteco por parte de las elites económico-criminales, quienes han visto afectado su statu quo.
Los niveles de pobreza y desigualdad no dan tregua y dificultan a la población en general pensar sobre la crisis. En un sector más reducido prima la zozobra, el temor y un sentimiento de derrota. Este sector son las organizaciones de derechos humanos, las ONG, así como organizaciones indígenas, campesinas y otros actores. Por su parte, los partidos políticos que se autodeterminan como progresistas, ven en la crisis una oportunidad para captar el voto de la población que vive diariamente la desigualdad y la pobreza; pareciera que no se percatan de que los políticos le han mentido tanto a la población, que ya les interesa poco quién gana y quién pierde en el proceso electoral.
La cooptación del mínimo nivel de institucionalidad con el que contaba el Estado guatemalteco, ya de por sí muy débil, por las elites económico-criminales, exige que en Guatemala se construya una alianza muy amplia, pero no abierta, que permita cambiar la correlación de fuerzas. Debería existir una alianza de diversas tendencias ideológicas, de tal manera que pensamientos diversos occidentales puedan interactuar con los pensamientos de los pueblos originarios, para contribuir a superar este escenario de poblaciones desinteresadas, asustadas e indiferentes, a causa de la preocupación por la sobrevivencia cotidiana.
La izquierda y los movimientos progresistas deben abandonar la tentación de competir con los partidos de ultraderecha y criminales a través de sus mismas estrategias, porque esto provoca el desgaste y desprestigio del mismo movimiento. Además, deben reafirmar sus principios como partidos y movimientos de izquierda para evitar ser arrastrados por las ráfagas de viento violento de las ultraderechas y el capitalismo salvaje. Este es un riesgo constante que ha puesto en crisis al pensamiento progresista a tal punto que ha abandonado sus principios y agenda histórica para convertirse en contestatario de los planteamientos y narrativas neoliberales. Es tal su confusión y la limitación de su horizonte político, que ni siquiera tienen la capacidad de superar sus intereses particulares y compiten entre sí por los espacios limitados que les deja el sistema institucional cooptado.
La ruta que tomó CODECA-MLP, aunque en algunos puntos puede ser criticable, es una ruta clara: no ceder ante el discurso y el ataque de las elites y plantearse como una propuesta disruptiva, en la cual se entienden como estratégicos a los movimientos campesinos y las comunidades.
Sin embargo, ha abandonado su propuesta de origen: seguir proponiendo la reforma agraria como una de las aspiraciones y luchas históricas del movimiento campesino. Además, la ruta que eligieron expresa una visión que podríamos definir como “importada” respecto de las aspiraciones de los pueblos indígenas: me refiero a la reivindicación de un Estado plurinacional. Aunque esta propuesta es común a los pueblos originarios en América Latina, debería ser planteada a partir de las peculiaridades de la realidad nacional, o sea desde la experiencia y participación de los pueblos indígenas en Guatemala, teniendo en consideración el contexto continental existente.
Este último punto sigue siendo incomprendido por la misma CODECA y otras organizaciones que plantean el mismo tema, y que consideran que “entienden y son portadores de las voces y las palabras de los pueblos indígenas”, confundiendo organizaciones indígenas con pueblos y autoridades indígenas.
Otro tema sustancial que debe ser abordado es la construcción de relaciones horizontales entre los movimientos sociales y los partidos de izquierda. Esto ha sido un reto enorme en Guatemala, porque los movimientos sociales se han sentido utilizados en el proceso electoral por los partidos de izquierda, de la misma forma en que pueden sentirse utilizados por los de derecha. Quizá construir las nuevas relaciones organizacionales es uno de los mayores retos. Para ello hay que considerar los principios fundamentales de la izquierda, que lleven a un diálogo franco y a tener una agenda clara, superando visiones esquemáticas y hegemonistas, y respetando los principios e identidad diversa de un pueblo mayoritariamente maya, que cada vez afianza más su identidad.
Aunque la visión de los pueblos indígenas no puede catalogarse típicamente de izquierda o derecha, sino más bien de un pensamiento fuera de las visiones occidentales, es fundamental decir que sus principios coinciden mayormente con los de la izquierda, pero las diferencias hacen que el acercamiento sea complejo, aunque posible y necesario.
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