Movimientos sociales y la 4T: oportunidades y desafíos en el contexto 2024

A más de 5 años del gobierno de la llamada Cuarta Transformación (4T), es difícil coincidir en una caracterización de este proyecto desde la perspectiva de actores sociales y los retos que implica para el movimiento social. Ha sido un proceso de cambio social cuyos rasgos, tensiones y contradicciones plantean la necesidad, en este momento, de un análisis más complejo para pensar los retos y las perspectivas del próximo periodo.

En primer lugar, hay que reconocer que el actual gobierno, la 4T, no ha significado un cambio antisistémico de cambio estructural. Más bien se define como un proyecto antineoliberal, en un proceso contradictorio que se ha propuesto modificar las condiciones políticas para acotar excesos del capital. Es decir, lo que algunos denominan un capitalismo social, que considera la necesidad de reducir afectaciones sociales y ambientales fortaleciendo la presencia de lo público, así como de medidas que permitan una mayor distribución de la riqueza social.

Si bien el actual gobierno no representa una propuesta revolucionaria, su llegada al poder puede explicarse por la ruptura del consenso entre las élites y los sectores populares. Después de largos años de agravios y devastación institucional, de distancia de éstas frente a las necesidades e intereses de la sociedad, el pacto social se rompió. Y de ahí surgió una crisis de hegemonía que propició un nuevo escenario político, tanto para los grupos dominantes como para los movimientos sociales. Como señala César Enrique Pineda “cambió el tablero político por la compleja emergencia de una fuerza política contradictoria que ha subsumido a la izquierda histórica institucional, aislado a la izquierda antisistémica y descolocado por completo a partidos opositores, y a analistas de todos los signos políticos”.

Para hacer una lectura de esta etapa desde la perspectiva global y latinoamericana de los procesos de cambio social, que también las hay en otros países, se requiere levantar la mirada, analizarla en el marco de problemáticas y dinámicas que tienen raíces profundas y van más allá del momento actual.

Las tendencias históricas y los rasgos de la coyuntura transitan, por un lado, en una dimensión global/estructural, y por otro, en la intensa vida política nacional y sus diversas expresiones regionales. Todo está interconectado. Hemos asumido desde hace tiempo que vivimos una crisis civilizatoria y como parte de ésta, un proceso de acumulación profundamente violento que exacerba todas las contradicciones que puedan presentarse. Es así como en México podemos situar las contradicciones a través de los siguientes ejes temáticos: economía extrativista, desigualdad, economías de guerra y economías criminales, crisis del modelo político hegemónico y movimientos sociales.

Las economías de guerra hacen parte fundamental de un nuevo arreglo geopolítico. En este marco, la economía criminal significa una enorme fuente de ganancias en el contexto de una cruenta disputa por mercados ilícitos entre empresas de esta naturaleza y el Estado. Una confrontación que sucede de manera inaudita en la cotidianidad de las comunidades y las personas.

El país es sin duda un centro de gravedad de la violencia criminal, que está marcado por sus diversas manifestaciones. La orientación y la lógica de la estrategia de seguridad, aunque propone atender las causas como ruta de solución, mantiene y profundiza una fuerte perspectiva militarista y ha hecho frente a la problemática distanciándose de los procesos organizativos sociales y civiles. A lo largo de dos décadas, esta línea ha llevado no sólo a la masificación de las víctimas, sino a una mayor vulnerabilidad de las colectividades y las personas, que terminan siendo blancos de la incertidumbre, la violencia y el miedo.

Frente a esto, se ha generado un importante sujeto social emergente: los movimientos alrededor de víctimas de la violencia, con una gran diversidad de expresiones y experiencias, como la de madres buscadores, que les ha tocado interactuar de forma compleja con un andamiaje de nuevas instancias de memoria, verdad y la justicia. Frente a la falta de resultados, tanto para encontrar o identificar a las personas desaparecidas, como en el caso de los 43 jóvenes de Ayotzinapa, la frustración es lo que ha predominado. Es claro que, con todo, las estructuras criminales están sostenidas gracias a la impunidad y la colusión con agentes del Estado.

Los diferentes movimientos de izquierda conviven hoy sin articularse. En el caso de los movimientos tradicionales que han luchado por una distribución justa de los recursos en todos los ámbitos –organizaciones gremiales, estudiantiles, campesinas, de derechos humanos– abarcan distintas estrategias de colaboración, confrontación o impugnación a partir de la movilización y la negociación con el gobierno. Por otra parte, han surgido también movimientos nuevos –indígenas, feministas, de jóvenes, de víctimas– con propuestas y agendas más antisistémicas e identitarias que destacan por la construcción de un poder propio y nuevos paradigmas.

  1. Hegemonía y 4T. Un debate gramsciano, César Enrique Pineda, febrero 2024, coedición UAM y Itaca.
  2. El Monopolio de la Desigualdad (informe), Oxfam México, enero 2024.

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